Miramos la misma copa y podemos ver diferentes “realidades”. Muchas
creen ver que la copa esta medio vacía y otros insistirán en que está medio
llena. Ambos tienen razón en tanto la realidad que perciben es personal.
La percepción ante la copa medio llena o vacía sirve de metáfora para otras
circunstancias con que nos enfrentamos en nuestra vida personal y laboral. Por
ello vale, la pena detenernos y reflexionar sobre la diferente actitud de cada
uno de los grupos ante la realidad de la copa.
Quienes “deciden” ver la copa media vacía, ponen el acento en lo que les
hace falta para ser felices. Son quienes se lamentan por lo que les falta, lo
que perdieron o lo que no existe.
A muchos, este comportamiento, los llevar a presentarse ante sí y ante
los demás, a partir de sus carencias ya que éstas explican su falta de
posibilidades, capacidades y merecimientos. Es así como se presentan
necesitados, incapaces y con poca autoestima.
Los auto-exigente también perciben que la copa casi vacía. Ellos aspiran
a la perfección –propia o de su entorno- y la copa casi vacía les da la
explicación que necesitan para justificar porque esa perfección les resulta
esquiva. Esto los lleva a una constante insatisfacción y al enojo por
nimiedades. Ellos utilizan el espejismo idealista (algún día encontrarán lo que
hoy les falta) para mitigar la insatisfacción y el vacío que producen sus
carencias.
Los narcisistas por su parte, tratan a los demás en base a sus carencias
en lugar de valorarlos por sus méritos. La copa medio vacía les aporta argumentos
para mostrar como la incapacidad de quienes lo rodean conspira contra la
grandiosidad a la que están destinados.
Todos ellos son engañados por sus procesos mentales. En lugar de ser
felices con lo que tienen y han logrado, viven insatisfecho por todo lo que les
falta. Lamentan que no viven una buena vida, en lugar de aprender a vivir una
buena vida.
Esto sucede porque hay ciertos marcos culturales que nos condicionan y
que nos indican que el reconocimiento social se asocia a los logros
(académicos, laborales y económicos). Nos dicen que cuanto más tengamos y
logremos, más exitosos seremos y que ese éxito es el fundamento de la felicidad.
El engaño está en que a la hora de auto valorarnos buscamos
comparaciones con quienes más tienen. Ello nos lleva, a vernos a partir de
nuestras carencias y ese proceder nos hunde en la infelicidad.
En el extremo opuesto, están quienes valoran lo que tienen y han
logrado. Ellos se ajustan a la idea de San Agustín, según la cual: “La felicidad
consiste en no desear más de lo que se tiene (De la Trinidad XIII, 5,8)”. No se
trata de un conformismo que inhibe a buscar superarse. Por el contrario,
corresponde a una evaluación sincera luego de realizado el esfuerzo de
autosuperación.
Que nuestra copa esté casi vacía o casi llena es un producto de nuestra
mente. Responde a las conversaciones internas que tenemos con nosotros mismos,
pero también que está influido por elementos externos. El diálogo está afectado
por los paradigmas dominantes de la política, la religión, la ciencia o la
economía.
Muchas veces lo que creemos que nos falta tiene su origen en dialécticas
creadas por tales paradigmas lo que podemos (política); lo que debemos (religión);
lo que sabemos (ciencia), o lo que tenemos (economía).
Por eso hay que estar alerta de nuestros diálogos internos, de lo que
nos decimos en nuestras conversaciones internas, por la sencilla razón de que
ellas construyen nuestra realidad. Las
conversaciones de coaching sirven para proponer reflexiones que nos permita reconsiderar
como posicionarnos ante la copa. Al final, todo
es una cuestión de actitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario