Como a nadie escapa, el advenimiento de los millennials en el mundo
del trabajo ha planteado un enorme desafío al liderazgo. El liderazgo
tradicional se muestra cada vez más impotente para alcanzar los objetivos
pretendidos a través de los nuevos empleados.
Ya no basta tener claro dónde dirigirse y
comunicarlo a los empleados. Los millennials no aceptan que se les diga que
hacer sin explicación de por qué y para qué.
El liderazgo “old fashion” se queja de la falta de compromiso de los jóvenes,
desde una perspectiva unilateral, en la que no se pregunta acerca de los valores,
intereses y objetivos de los empleados.
El logro de una “visión compartida” requiere
que los líderes cambien su foco del desempeño a las personas. El “ordenar”,
debe ser reemplazado por el “pedir” con argumentos que lo justifiquen
convincentemente.
Mirando desde otra perspectiva, se constata la
falta de alineamiento entre los valores y los objetivos de los jóvenes empleados
y aquellos de la organización, el cual constituye el mayor destructor de valor en
las empresas, cualquiera sea su tamaño.
Encuestas en todo tipo de empresas y
geografías confirman que la mayor parte de los empleados encuentran que sus intereses
no están alineados con los de las organizaciones y causa frustración en ambas
partes.
Ante esta realidad desconcertante, muchas
empresas se esfuerzan en hacer algo para resolver el problema. No obstante,
muchos de esos intentos terminan en rituales de manipulación más que en intentos
honestos por entender las necesidades de los jóvenes y procurar atender sus
demandas de desarrollo personal de modo coincidente con los intereses de la
empresa.
Intentar entender a los millennials y de
alinear sus intereses con los de las organizaciones requiere cambios en la
mentalidad de los ejecutivos y en la cultura organizacional.
Para los ejecutivos, esto supone el desafío de
aprender a transitar territorios desconocidos sin brújula, sin saber qué
esperar. Se trata tanto de un cambio de mentalidad, como de la incorporación de
nuevas habilidades.
Este cambio de mentalidad requiere que los líderes se relacionen con los jóvenes de un modo diferente, con más escucha y genuina empatía. Sólo así, podrán generar vínculos que les permitirán influir, inspirar y conducirlos. Se requiere que quienes aspiren a liderar se centren en las personas y cuenten con alta inteligencia emocional.
Este cambio de mentalidad requiere que los líderes se relacionen con los jóvenes de un modo diferente, con más escucha y genuina empatía. Sólo así, podrán generar vínculos que les permitirán influir, inspirar y conducirlos. Se requiere que quienes aspiren a liderar se centren en las personas y cuenten con alta inteligencia emocional.
En este sentido, el coaching organizacional prestar
un valioso servicio a la causa del liderazgo, en tanto que no solo permite el
desarrollo de nuevas competencias individuales orientadas a resultados, sino también
la creación de mayores estados de consciencia y de nuevos relacionamientos
entre las partes apoyados sobre mecanismos de comunicación.
Una forma muy efectiva de mejorar el rendimiento de gerentes de alto potencial es trabajar con ellos en su desarrollo personal, utilizando herramientas de coaching para contribuir a una mayor autoconsciencia, a su capacidad de comunicarse y establecer vínculos virtuosos con el personal de modo compatible con el alto desempeño de la organización.
Los programas de desarrollo de liderazgo basado
en la intervención de entrenamiento tienen que cumplir con estos requisitos.
- Medición del impacto de dichos programas en términos de retorno económico
- Integración del coaching con los objetivos estratégicos de la compañía, focalizándose en el cambio de mentalidad.
- Programas que combinen coaching individual con instancias grupales para hacer frente tanto a las necesidades individuales como a las organizacionales
- El foco debe estar en las personas, asociado a soluciones resultantes de su propia conciencia en lugar de mentores que proporcionan soluciones basadas en su experiencia y conocimientos
- El proceso de coaching se debe ser visto como ciclo continuo (y verificable) de aprendizaje-acción. Cada sesión de coaching de grupo y coaching individual debe ser seguido por la aplicación de los aprendizajes en el trabajo
En síntesis, el coaching se revela como una
herramienta validad para integrar valores e intereses de la organización con
sus jóvenes empleados (millennials), a través del desarrollo de formas nuevas
de liderazgo, acordes con la cultura imperante y las nuevas tecnologías.
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