miércoles, 7 de octubre de 2015

El ABC de la Inteligencia Emocional



El término “inteligencia emocional” se utiliza cada vez con mayor frecuencia sin que necesariamente se corresponda con un mayor uso de la misma. Quizás, por el contrario, su uso frecuente  tenga que ver más con su carencia que con su presencia.

El concepto fue acuñado en 1990 por los científicos Peter Salovey y John D. Mayer. Ellos lo describieron como “una forma de inteligencia social que involucra la habilidad de monitorear las emociones y sentimientos tanto propios como ajenos, discriminando entre ellos y usando esta información para guiar el propio pensamiento y acción.

Se trata, entonces, de contar con capacidad para percibir los sentimientos y emociones, entenderlos y tener control sobre ellos, reconociéndolos en los otros, y siendo capaz de ayudarlos en su manejo.

Esta noción de inteligencia surgió como una dimensión independiente de la inteligencia cognitiva que se asocia al coeficiente intelectual (IQ) como parámetros que inicialmente fuera asociado al concepto de inteligencia. 

Así como la inteligencia cognitiva es la capacidad para entender información, imaginar posibilidades, usar la intuición, resolver problemas y tomar decisiones, la inteligencia emocional, es la habilidad de entender las necesidades y sentimientos de uno mismo y de los otros, gestionar los propios sentimientos y responder a los otros de modo apropiado.

Los trabajos iniciales de Salovey y Mayer fueron continuados por Daniel Goleman, quien se ocupó de investigar el funcionamiento de la inteligencia emocional en el ámbito laboral. Goleman postuló que el IQ servía muy poco para predecir el éxito de individuo en su carrera y su vida, mientras que por el contrario la inteligencia emocional era un factor crítico.

Fue Goleman quien expandió la definición de la inteligencia emocional en conjuntos de competencias que permitiría identificar la inteligencia emocional de cada quien. Estas competencias representan la capacidad de una personal para reconocer, entender y usar la información emocional propia y ajena, para ser más efectivos y desempeñar mejor en el trabajo y en su vida personal.

 Estas competencias pueden ser clasificadas en cuatro clusters: auto percepción, autodirección, percepción social y gestión de relaciones.

No se trata de “tener” estas competencias para ser emocionalmente inteligente. Por el contrario, se trata de entender estas competencias, gestionarlas y usarlas para el desempeño personal. Lo clave está en la “gestión” de las competencias y no simplemente en “tenerlas”.  

Suficiente por hoy. En breve más sobre inteligencia emocional.

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